La llama y la alpaca, parientes entre sí y de la familia de los auquenidos ya se hallaban domesticados por los nativos del incario, mucho antes de Cristobal Colon. Se alimentaban, y lo hacen de las limitadas hierbas y líquenes. Tanto las especies en cautividad como en estado salvaje, han sido y continuan siendo para las poblaciones andinas, un excelente recurso de pieles, cueros, carne y leche. En su tiempo, la llama contribuyó al potenciamiento de España. De mayor alzada, el mineral de plata en Potosí era transportado a los puertos del Pacifico para embarcarlos hacia España, en la Colonia. La alpaca se destaca por su pelo lanoso abundante, largo y fino; cotizado hoy por la fabricación de prendas de abrigo por sus propiedades termicas y aislantes del frío.

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