La aristocracia colonial del siglo XVIII se sustenta en una doble base; el dinero y los altos cargos burocráticos, los decendientes de los conquistadores y primeros ocupantes, fueron desplazados de la cúspide social por los grandes comerciantes monopolistas, los grandes mineros, los hacendados y los obrajeros, Estos advenedizos capitalistas ricos, que debian gran parte de su prosperidad a privilegios y mercedes reales, se concilia bien con la del aristócrata recién ascendido y que por ello se muestra soberbio con el debil y sumiso y obsecuente con los poderosos. Ser rico, era el punto inicial del ascenso social, la culminación era la compra de un titulo de Castilla o de un hábito de alguna orden de caballeria. Casi todos los titulos de Castilla concedidos datan desde el último tercio del siglo XVII, en que se los puso en pública subasta. Esta fisura abierta, tuvo que causar malestares por lo que Carlos IV se vio precisado a dictar una nueva cédula con fecha 13 de noviembre de 1790. Todo rico aspiraba a vestir el hábito de una orden militar. Así se explica que durante el siglo XVIII haya ingresado a tales órdenes militares 415 criollo americano en el Perú. La orden de mayores ingresos registro durante la centuria fue la de Santiago 198 en toda América, por Carlos III 123 en América, de Calatraba 57, Alcántara 28, Montesa 5 y Malta 4.

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